Noche de Halloween. Se
acabó la paz de los cementerios. Llega la guerra de los cementerios:
Poetry Slam “Poetas vivos vs
Poetas muertos”. Ánimas y ánimos luchan con sus versos en
el campo de batalla que es la poesía. Desde ultratumba han venido
Wislawa Szymborska Sylvia Plath, Bukowski, Goytisolo, Cavafis y
Alejandra Pizarnik. De un poco más cerca, del mundo terrenal, se
presentan Pablo Cortina, Diego Mattarucco, Nines La Perra, Tulia
Guisado, Angela Angulo, Yanito y Lerele.
Es miércoles 31 de
octubre del 2012, y el Teatro Alfil presenta un aforo casi completo.
Esta vez la sesión empieza más tarde que de costumbre, a las diez
de la noche se abren las puertas y la gente ocupa el patio de butacas
dispuesta a pasar una noche de miedo. El escenario se viste para la
ocasión: telarañas, oscuridad, misterio, ambiente lúgubre, Dorothy
y su perro, ¡muerto, por supuesto! … La sesión del Poetry
Slam de octubre está a punto de empezar.
El presentador Luis J.
Lambas sube al escenario. Llega algo apurado de tiempo ya que de
camino se ha encontrado con el atasco que había entre el Infierno y
el Purgatorio; por suerte, el día, o la noche, le sonríe: en el
infierno siempre es día 13, y el 31 no es más que un 13 al revés.
Desde el cielo suena la música, como cada Slam, de Pumuki
Poetry DJ. A su ritmo el público, unos disfrazados con el color
de mil películas otros sin disfraz, se empieza a animar. Vuelan las
pelotas en la oscuridad de la noche de difuntos, se reparten las
pizarras para votar a los poetas. Empieza lo que será una velada de
muerte.
Primer turno para una
viva. Nines La Perra sube la escalinata, pide recitar desde el
fondo del escenario y así, fantasmagóricamente, se mueve el
micrófono hasta el lugar deseado. Confieso que he bebido dice,
y empieza a disparar sus versos. En mitad del poema, ésta es una
noche apta para los sobresaltos, se apaga la luz de los focos del
teatro. El sorprendido público grita, aplaude, ríe y pide que Nines
empiece de nuevo. Incluso alguno grita irónicamente que no
empiece de nuevo. El Slam es impredecible y maravilloso. El
pequeño percance con la iluminación provoca un palpable enfado en
la poetisa, y un cierto desencuentro en el público que aun
escuchando versos como “nadie podría sostenerme en una milésima
de segundo” le concede 15 puntos.
Segundo turno. Tiempo
para Yanito. “Good evening” grita eufóricamente nada más
subir a las tablas, y advierte que su poema es una historia de miedo
porque se acaba la democracia. Yanito sin papel del que leer,
interpreta y recita frases como “Se acabó la democracia, lo
quieren llamar demo-gracia”, “La deudocracia no es
democracia”, y “el gobier-¡no!”. Su poema, tan
apabullante como su saludo inicial, se lleva 20 puntos.
Tocamos madera, madera de
ataúd, para que los focos no vuelvan a jugar una mala pasada como a
Nines, y sube al escenario Javier Gonzalo. Dos poemas leídos
con la intimidad y la dulzura que merecen imágenes como “no te
muevas ni un segundo en toda la eternidad” y “ojos de
mirada oscura, echo de menos la pureza. Abrázate a mi pecho fuerte y
descansa la belleza”. Hablan las pizarras: 18 puntos.
Llega el momento de abrir
la primera tumba. Desde la tierra de Buenos Aires aparece Alejandra
Pizarnik, en el cuerpo presente de Maya. Sube al mundo
terrenal del escenario del Alfil y con su acento porteño recita el
poema “Anillos de ceniza”. Todo un ejercicio sublime de
caracterización y desparpajo; en las pizarras, esquelas, del público
se lee 17 puntos mientras Alejandra Pizarnik baja del
escenario coreada a gritos de “viva la muerte, viva la muerte”.
Y tanto que viva la
muerte que el siguiente turno es para otra poetisa muerta: Sylvia
Plath interpretada por Silvia Nieva. Un microondas en la
cabeza de Silvia (Nieva) nos dice las causas de la muerte de
Sylvia (Plath). Sylvia avisa “como no tenéis ni p*** idea
de inglés voy a leer en español”, aunque en su lectura del poema
“Señora Lázaro” lee los versos en español pero
intercala, con gran ironía, traducciones de los mismos en inglés.
Los focos ya no fallan pero el micrófono decide acoplar el sonido
para que sintamos que realmente su poema viene del más allá. Silvia
se gusta y a la vez agrada al público que le conceden 25 puntos.
La hora del poeta maldito
por antonomasia: Charles Bukowski. Olis Do Carlo se
mete en la piel del mito y lee en inglés los poemas “Trashcan
Lives” y “The Laughing Heart”. Las pizarras
abstemias dicen que 14 puntos mientras que Bukowski bebe sobre
el escenario.
Llegamos al ecuador del
recital y desde Cracovia llega la poetisa muerta Wislawa
Szymborska. Susana Ruiz es la encargada de traérnosla
desde ultratumba a la calle del Pez. Susana, y/o Wislawa,
se come el escenario. Es pura dinamita. No conoce el estado estático
ni quiere saber lo que es un micrófono. De un lado a otro hace suyo,
no sólo el escenario, sino el teatro entero. Su voz, sin micrófono,
inunda la noche. Dice un verso “alguien debe tumbarse y
contemplar las nubes”. No hay tiempo para tumbarse, es hora de
aplaudir rendidos ante Wislawa, y/o Susana, y que las
pizarras digan que se lleva una corona de flores con 28 puntos.
Después de varios poetas
venidos de la ultratumba sube la escalinata un poeta vivo: Pablo
Cortina. Antes de su poema una ración de polémica que arranca
las risas del público. Pablo, con media sonrisa, dice que va
a leer un poema que escribió el día anterior… cosa que los poetas
muertos no pueden hacer. “¡Qué fácil es ponerse un microondas en
la cabeza!” dice en alusión a Sylvia Plath (Silvia
Nieva). Se acaban las risas, llega la seriedad y la solemnidad de
sus versos “¿acaso sabe un poema algo de la suerte de su autor?
[…] Más que versos que se defiendan solos, faltan poetas que se
defiendan con versos”. Pablo baja del escenario entre aplausos
mientras las pizarras dicen que 26 puntos es el precio de su
actuación.
Sube al escenario Lerele.
Su poema con alusiones a los muertos, apropiado para la ocasión, con
bonito ritmo y rima asonante se lleva 19 puntos. Dice en un verso
“queriendo ser muerta, quiero dar miedo / pero aún estoy viva”.
Viva y con casi veinte puntos; seis puntos menos que los que consigue
la siguiente poetisa: Ángela Angulo. El teatro calla y el
patio de butacas da el ritmo, con palmas, al poema de Ángela
a golpe de bulerías. Su queja política, quejío, es premiado
con 26 puntos en las pizarras, y mientras ella baja del escenario aún
queda alguno entre el público que sigue, por lo bajini, dando
palmas por bulerías con el repiqueteo de los versos de Ángela
“y el pueblo contento, ¿qué va a hacer sino?... y el pueblo
contento, ¿qué va a hacer sino?”.
Turno
para otro poeta vivo. Diego Mattarucco está más que vivo,
tan vivo como su famosa poesía cacofónica. “Mentiras en tiras”
es su poema. Diego, es un animal del Poetry Slam,
y así lo demuestra, versos como “mentiras mi vida, mentiras
enteras, mentiras en tiras” recitados de esa manera tan intensa
que él sólo sabe hacer, le conceden un gran aplauso y 29 puntos.
¡Si! ¡29 puntos!
Tras la explosión sonora
de Diego, llega el turno en el escenario para Tulia Guisado.
Si alguna vez alguien se atreve a hacer una definición de la palabra
“poesía” quizá cite alguno de los versos de Tulia. Son
20 puntos los que premian a sus versos “¿y por qué caer ahora?
[…] caída en picado pero en horizontal […] y de
caernos el suelo nos rechaza y lo llamamos golpe […] ¿qué
podemos hacer? Una buena acrobacia en la caída”.
Se va acabando el Slam,
y desde la cuna de la democracia, no estoy hablando de nuevo del
poema de Yanito sino que me refiero a Grecia, llega
Constantino Cavafis. Sophia Roilidou, con traje y gafas
de lentes redondas, se mete en el cuerpo y recuerdo del poeta griego.
Parece que Cavafis no se da cuenta de que estamos en Madrid,
en el Teatro Alfil de la Calle Pez, y empieza a hablar a los
presentes en griego. Esto es un recital de poesía pero el poema
ahora reside en la cara del público que no entiende una palabra;
Cavafis (Sophie) advierte el estupor y cambia al
castellano. El poema pasa de los rostros de los de abajo (del
escenario) a los labios de la persona de arriba (de las tablas).
“Ítaca” interpretado de una gran manera por Sophie
le concede 16 puntos a Cavafis.
Turno para el último
poeta, no sin antes una (pen-)última sorpresa: una persona del
público pide la voz y la palabra, esto es el micrófono, al
presentador Luis J. Lambas y pide solidaridad con el pueblo griego.
El Poetry Slam siempre se ha caracterizado por ser un
espectáculo en el que todo el mundo tiene derecho a participar,
todos los presentes interactúan en el Slam: los poetas que
quieran recitar, el público con sus votaciones, sus aplausos y sus
etcéteras, y éste, el de la persona espontánea que quiere el
micrófono, un ejemplo más. En la noche de los muertos se reivindica
la salud del arte y de la expresión. Sube José Agustín
Goytisolo al escenario. Quien dice Goytisolo dice El
Cable Azul. “Palabras para Julia” es el poema elegido
y 20 son los puntos que José-Agustín-Cable-Azul-Goytisolo
se lleva para su descanso eterno en Barcelona.
Se cumple la medianoche y
el Slam se acaba. Otro espontáneo, desde el público, pide el
micrófono para dar la enhorabuena a los poetas. Dice estar
encantado. Por lo que se ve en las caras que pueblan el patio de
butacas, no es el único que ha disfrutado de este recital. La música
de Pumuki Poetry DJ suena en el Teatro Alfil. El muerto al
hoyo y el vivo al bollo. Gana un poeta vivo: Diego Mattarucco.
En la votación conjunta, vivos contra muertos, también ganan los
vivos: 21 puntos para los que respiran, 20 puntos para los que
cultivan malvas.
Vuelve la paz a los
cementerios, como volverá el Poetry Slam el mes que viene.
Gonzalo Benito, cronista.
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